MÁS DE CIEN AÑOS CAMINANDO CON DAIMIEL

         Dos personas de Daimiel ayudaron a que la Congregación de las Hijas de la Divina Pastora se instalase en Daimiel. Uno fue el sacerdote de San Pedro, D. Tiburcio Ruiz de la Hermosa, y el otro fue un escolapio, el Padre Jesús Córdoba, daimieleño y hermano de comunidad del Padre Faustino. De su importancia nos habló en 1985 la sobrina de Don Tiburcio, Mª Alvear: “el Padre Jesús Córdoba, escolapio, natural de Daimiel y residente en Getafe, en una de sus permanencias en el pueblo y en conversación con Don Tiburcio, éste le comunicó, no encontrarse muy bien de salud a consecuencia de la diabetes que venía padeciendo. El padre Jesús aconsejó a Don Tiburcio fuese a Getafe a visitar al Padre Faustino y manifestarle su padecimiento, ya que eran conocidas y notables las curaciones que venía realizando. Don Tiburcio aceptó y en uno de sus viajes fue a Getafe, se entrevistó con el Padre, le manifestó su padecimiento, aceptando las indicaciones y medicamentos. Esta oportunidad le hizo conocer en nuestro Colegio de Getafe a las religiosas.  Habló con la Rvda. M. Julia Requena, entonces Superiora General, y le puso de manifiesto la gran necesidad que tenía entonces Daimiel de un colegio de religiosas para la educación de las niñas”.

 


D. Tiburcio Ruiz de la Hermosa

 

         Este relato tiene relación con una carta de Don Tiburcio aludiendo al Padre Faustino: “Conocí al siervo de Dios en el mes de mayo del año 1910 en que estando yo enfermo de diabetes, me recomendaron que fuese a ver al P. Faustino Míguez. Y yo fui efectivamente a Getafe y allí conocí al siervo de Dios”.

         En 1910 se empezó a fraguar la fundación del colegio en Daimiel, cuando el Padre Faustino escribió una carta a la Madre Superiora General, contándole que habían estado en Getafe unos señores de Daimiel junto con el párroco de San Pedro (Don Tiburcio Ruiz de la Hermosa). Al parecer fue el interés de Don Tiburcio lo que propició la idea de que se formara un colegio en Daimiel, ya que no existía una red de colegios adecuada en la localidad, era un núcleo de población grande y bien comunicado por línea férrea.

         En 1910 el Padre Faustino y Madre Julia Requena García visitan Daimiel, con la intención de ver “un edificio a propósito, en un precio moderado”. Se hospedan en casa de D. Tiburcio. La búsqueda es larga y difícil, prolongándose casi dos años. Tarea que el Padre Faustino encomienda a don Tiburcio y alguna otra persona. Por las cartas del P. Faustino sabemos que son varias las casas que visita para poder instalar el colegio. Finalmente le ofrecen una casa en la Calle Méndez Núñez que se describe como “preciosa, buen sitio céntrico, con 10 habitaciones, 2 salas a la calle, otra salita interior, cuarto, cocina y despensa abajo, 5 habitaciones en alto, 4 a la calle con 3 balcones, cocina interior, galería, corral, 2 cuadras , pajar, huerto con árboles. Con un alquiler de 8 duros mensuales o 96 anuales”. Este contrato se firma en mayo de 1912. Surgirán algunos inconvenientes para conseguir las licencias del Obispado y del Ministerio de Gracia y Justicia. La respuesta de este último Ministerio llega el 4 de agosto y el 9 de agosto ya está todo listo.

         El sueño de esos dos últimos años se hizo realidad en agosto de 1912, cuando se inaugura con la presencia del Padre Faustino. La primera comunidad que llega a Daimel, está formada por M. Matilde Pujazón, nombrada Superiora, M. Aurora Rea y M. Esperanza Marín. Ya están el 28 de agosto siguiendo las directrices del Padre Faustino: “trabajad para que lleguen a ser buenas cristianas, buenas hijas, buenas esposas, buenas madres y miembros útiles de la sociedad de la que deben formar un día la parte más interesante”.

 

    

El Padre Faustino en Daimiel en 1912. Foto de Maján publicada en la revista  “Vida Manchega”, revista de la época.

 

         La fundación del colegio de Daimiel se llevó a cabo cuando el alcalde era Jesús Fisac Carranza, el Obispo D. Remigio Gandáseri Gorrochatégui, y el párroco de San Pedro el apreciado y recordado D. Tiburcio Ruiz de la Hermosa.

         Más tarde llegan nuevas religiosas, M. Nieves Bravo Jarabo y M. Luisa Villegas García, que será la nueva superiora de la casa. Cuatro meses después, el Padre Faustino las vuelve a visitar y al ver lo estrecho del lugar, se fue con D. Tiburcio en busca de otra casa mejor. Se consigue la primera casa en propiedad de la Congregación en la Calle de La Estación. La escritura se firma a nombre de doña Julia Requena García, el 3 de abril de 1913, ante el notario D. Daniel Moreno Cervera. La casa se compra a D. Adolfo Sedano Pinilla y se describe con estas palabras: “casa en la ciudad de Daimiel y su calle de la Estación señalada con el nº 11. Linda por la derecha entrando con D. Ricardo Pérez, por la izquierda propia de D. Federico Pinilla y Pinilla, que antes formó parte de la que se reseña, y por la espalda con huerto de D. Antonio Pinilla y Majan (…) La que se describe tiene de fachada 42 metros y 16 cm y de fondo 43 metros y 10 cm, y se compone de planta baja y principal, bodega con granero sobre ella, jardín en alto, cuadra y pajares, cochera y solar del corral, con puerta de carros a la expresada calle de la Estación”. La casa se compra con los ingresos que el P. Faustino recibe por la venta de los medicamentos. Económicamente la comunidad se mantenía con las entradas del pago de las alumnas. A partir del año 1916 alquilan dos cuadras, la bodega, el calderín y el corral de la casa, por el que reciben la cantidad de seiscientas cincuenta pesetas por trimestre.


         En cuanto a la vida escolar decir que el P. Faustino pide a las religiosas desde el inicio, buena exigencia pedagógica para las niñas. Se implanta la enseñanza reglada, académica y, como complemento, las clases de adorno: labores, piano, música, canto. Los exámenes eran públicos. Se estimula al esfuerzo y la aplicación de los alumnos con la concesión de premios, bandas de honor y diplomas. Se les inculca la devoción a la Virgen y al Sagrado Corazón. Como curiosidad decir que en el colegio se crea la Orden tercera de las pastorcitas. Se celebran las primeras comuniones, la novena a la Divina Pastora, en la que las más pequeñas dicen sus versos a la Virgen. Se establece la Adoración al Santísimo. Las primeras alumnas del colegio son: Joaquina Contreras, Matilde Campillos, Emilia y Carmen Navarro y Francisca García Carpintero, a las que fueron sumándose otras muchas.

         Y Daimiel, fue tierra en la que creció la semilla de la vocación en muchas de las jóvenes y alumnas del colegio. Las primera vocaciones daimieleñas que conocemos son M. Inmaculada López de Coca Rodríguez y M. Pilar Córdoba San Juan (su nombre de pila era Trinidad). Otras hermanas oriundas de aquí son M. Sagrario Pinilla Pradera (1916), M. Ascensión Mauri Vera Iscar (1917), M. María de las Cruces Mauri Vera (1917), M. Rosa Moreno Chocano (1917) y M. Rosario Muñoz (1918). Posteriormente otras muchas siguieron estos mismos pasos.

 

  

 

         El colegio se fue adaptando a las necesidades educativas de cada momento. Durante varios años ofreció a las jóvenes de Daimiel la posibilidad de los estudios de Magisterio, Bachillerato Superior, posteriormente Educación General Básica y actualmente Educación Infantil, Primaria y Secundaria Obligatoria. Como centro educativo, intentó siempre apostar por todo aquello que pudiera contribuir a una educación integral. Por eso la enseñanza académica se acompañó siempre con actividades complementarias: pastorales, artísticas, de formación humana-religiosa. Bien podemos afirmar que han sido cine años educando bajo el Lema Calasancio “Piedad y Letras”. Cien años testigos del crecimiento y desarrollo de niños y jóvenes.

 

En estas fotografías se puede observar la evolución del antiguo colegio: la galería superior está tapiada con ventanas rectangulares y en el centro del patio está el Sagrado Corazón que hoy se encuentra en la puerta del oratorio.

 

En esta otra, se aprecia que se ha realizado una reforma en la galería superior, añadiendo ventanales corridos para conseguir mayor iluminación en las aulas. También han sido sustituidos los arcos rebajados del patio, por un arquitrabe sujetado por las mismas columnas de hierro fundido (típicas del estilo arquitectónico de principios de siglo llamado “modernismo”).